Aparte de los ciclos diarios y mensuales del sol, la luna y las estrellas, la fluctuación anual del Nilo, con su impacto sobre la agricultura, fue el fenómeno mas destacado en la vida en el antiguo Egipto. El Nilo (Iteru, en egipcio) dominaba la escena por doquier. La vida lejos del río resultaba casi inimaginable: cualquier parcela alejada – los desiertos orientales u occidentales de Egipto, o países vecinos tales como Libia o Sirio-Palestina- eran para ellos Hasut, "tierras montañosas" desfavorecidas, consignadas por un jeroglífico que representa tres cimas áridas interconectadas.
Durante todo el año,
el Nilo ofrece no sólo abundante agua dulce, sino también un medio de transporte y provisión de peces y aves acuáticas. Pero sus inundaciones anuales cautivaron la imaginación: el cambio repentino y misterioso en el comportamiento del rio, tan crítico para la supervivencia, se asociaba con el poder divino. Una inundación escasa significaba que el agua no alcanzaría para los campos alejados, lo que implicaría cosechas magras y hambre probable; una inundación excesiva podía producir resultados catastróficos: arrasar casas construidas con ladrillos de adobe y dañar los templos. Como la inundación del Nilo (Hapi, en egipcio) seguía su caprichosa voluntad, debía ser aplacada, ofrendada y reverenciada.
Un buen Hapi era representado como un varón opulento con pechos oscilantes y un taparrabos, que portaba productos del Nilo. Para conservar la simetría, se lo representaba como un dios doble: del Alto y el Bajo Egipto, diferenciados por la clase de plantas que llevaban sobre la cabeza.
Los
antiguos egipcios entonaban himnos religiosos a Hapi y creaban mitos e historias que explicaban el origen de la inundación. Su calendario tomaba en cuenta las inundaciones anuales.
La construcción de Sad el-Ali, la
moderna represa en Asuán, puso fin a las inundaciones incontrolables en el
Valle del Nilo. EI agua retenida por la represa ha creado el enorme
Lago Nasser, que se extiende hasta la Frontera sur con Sudan. Muchos
sitios antiguos, incluidos templos y fuertes cercanos al rio en la región del lago, debieron ser trasladados para evitar que quedaran permanentemente sumergidos. Esta gigantesca tarea fue asumida por el gobierno egipcio y la UNESCO, con ayuda de expertos internacionales. En pocos años se desmontaron muchos templos, reconstruidos en sitios más seguros.
Los templos más pequeños se trasladaron en un solo bloque, sin desmontar. La tarea más espectacular fue el salva taje de los famosos
templos de Ramsés II en Abu Simbel, tallados en la roca. Como no había bloques desmontables se debió cortar la roca entera en piezas trasladables. Los monumentos reconstruidos no han perdido su antiguo esplendor y constituyen una elocuente evidencia de la pericia de los expertos. Lamentablemente, algunos fuertes de la Segunda Catarata egipcia no pudieron ser salvados y se perdieron para siempre.
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