Por primera vez encuentran estos objetos que se colocaban sobre las cabezas y que hasta ahora sólo se habían visto en pinturas. Se cree que podían usarse en rituales de fertilidad o curaciones
Representación de los conos en un mural de una capilla privada en la villa de los trabajadores de Amarna AMARNA PROJECT
Durante milenio y medio las representaciones visuales del antiguo Egipto mostraron a sus habitantes portando sobre la cabeza un cono blanco del que los expertos no habían logrado encontrar ninguna prueba. Hasta ahora. Una misión arqueológica acaba de anunciar el descubrimiento de la primera evidencia en una tumba de la ciudad fundada por el hereje Ajenatón.
«El hallazgo nos confirma que los conos en la cabeza fueron realmente usados en Egipto», señala a este diario Anna Stevens, arqueóloga en la Universidad Monash de Melbourne (Australia) y principal autora de un estudio publicado en la revista Antiquity. La expedición ha encontrado dos vestigios de los conos de color blanco en sendos enterramientos localizados en Tell Amarna, la ciudad establecida por Ajenatón a mitad de camino de Tebas y Menfis y dedicada al culto a Atón.
Los conos, realizados en cera, entre 1347 y 1332 a.C., son testimonio del tiempo en el que el antiguo Egipto fue gobernado por el primer monarca monoteísta de la Historia, esposo de la esquiva Nefertiti y padre del mediático Tutankamón. «Ahora podemos decir que esos conos fueron portados por los difuntos pero podrían haber cumplido otras funciones», reconoce Stevens.
Hasta ahora, las únicas pruebas de su existencia se hallaban en murales de las tumbas pertenecientes a la élite faraónica y desperdigadas, también, en estelas, papiros o ataúdes. En las imágenes, el cono aparece sobre hombres y mujeres que participan en banquetes, actividades de caza o artísticas, rituales funerarios y cultos a divinidades.
El primero de los conos fue rescatado en 2010 de un enterramiento del cementerio sur de Amarna. Está vinculado al cadáver de una mujer que falleció cuando su edad oscilaba entre los 20 y 29 años. La tumba había permanecido intacta y el cono fue hallado in situ, colocado aún sobre su cabeza y una cabellera bien preservada. La pieza que cambia la historia conocida se hallaba despedazada en seis piezas, con unas proporciones totales de 80 milímetros de altura y 100 milímetros de anchura.
La secuela fue, en cambio, desempolvada un lustro más tarde en el cementerio norte, en las entrañas de una oquedad reservada para un individuo de entre 15 y 20 años que aún se hallaba en desarrollo y del que no ha podido determinarse el sexo. La fechoría de los cazatesoros revolvió los restos pero el cono -hallado en tres piezas, una de ellas de mayores dimensiones- quedó a salvo del expolio, resguardado entre el cabello.
Ambos objetos presentan un característico color crema y se hallaban deteriorados por la acción de los insectos. A lo largo de décadas la utilidad de los conos ha alimentado apasionantes debates científicos. Una de las hipótesis más extendidas es que, desde el imperio nuevo hasta la época ptolemaica y sus estertores con Cleopatra, los conos fueron usados como ungüentos y esencias que, al contacto con el ambiente, servían para mantener limpios y perfumados el cuerpo y el pelo del difunto.
Un remedio para la vida de ultratumba del que, sin embargo, la misión no ha podido encontrar ninguna evidencia. «No pudimos hallar ninguna esencia en los ejemplos excavados pero podría haberse evaporado o estar por debajo de los límites de detención de los equipos empleados», desliza la investigadora.
«La función exacta de los conos resulta difícil de establecer. Hay un pequeña prueba directa que los conecta con las reformas religiosas de Ajenatón», indica el estudio. «El hecho de que no se haya hallado en otro lugar sugiere que sólo eran componentes ocasionales de los enterramientos y que eran incluidos bajo circunstancias específicas».
Una de las finalidades podría estar relacionada incluso con «la fertilidad o la sensualidad» femeninas. Su iconografía aparece en escenas vinculadas al nacimiento y a la familia y en los asentamientos de Tell Amarna se han han hallado figurillas de cerámica de mujeres desnudas portando los conos, empleados probablemente en rituales de nacimiento, fertilidad y curaciones.
«¿Serían considerados los conos un potente símbolo de renacimiento para las mujeres o quizás un modo de fomentar su fertilidad en la vida de ultratumba como remedio a los problemas de la vida real?», barrunta el equipo de investigadores.
«La rareza de los conos, su asociación con al menos una mujer adulta y las preocupaciones centradas en la familia en los cultos personales en el antiguo Egipto convierten a la fertilidad y el remedio a problemas vinculados a ella en un intento de explicación de la presencia de los conos en estos enterramientos», replican los autores del estudio.
El equipo arqueológico también considera probable que los conos pudieran haberse usado entre los vivos, «aunque resulta difícil asegurar cuántas veces eran usados y por qué». Interrogantes que esperan responder escudriñando las arenas de la aún misteriosa Amarna. «Las excavaciones en sus cementerios continúan. El objetivo de nuestro trabajo es averiguar más sobre los individuos que no pertenecían a la élite en el antiguo Egipto, incluido el reinado de Ajenatón», concluye Stevens.