Esta exposición recrea el maravilloso tesoro funerario del faraón del Antiguo Egipto, incluidos sus ataúdes de oro y piedras preciosas o su famosa máscara, por partida doble: en su contexto arqueológico original y de manera individualizada.
Una de las recreaciones de los tesoros de Tutankamón en la exposición. E. M.
Dicen que cuando Howard Carter (1874-1939) se asomó por primera vez a la tumba de Tutankamón, después de hacer un pequeño orificio en la puerta que daba acceso a la antecámara y alumbrar la estancia con una vela, solo acertó a decir: «Veo cosas maravillosas». Con la intención de transportar a los visitantes a ese 26 de noviembre de 1922 y hacerles experimentar la emoción del descubrimiento, regresa a Madrid -nueve años después de visitar la Casa de Campo y con un nuevo montaje- la exposición Tutankhamon: la tumba y sus tesoros, una reconstrucción del hallazgo, preservado durante más de 3.300 años, por partida doble: primero, tal y como el arqueólogo lo encontró, y después, expuesto pieza por pieza para poder admirarlo en todo su esplendor.
Más de 1.000 réplicas a tamaño real creadas en el taller del artista Mustafa el-Ezaby en El Cairo obran el milagro en una exhibición que ocupará 2.000 metros cuadrados del Espacio 5.1 de IFEMA hasta el 19 de abril. «Se ha empleado una metodología mixta que combina técnicas de artesanía utilizadas en el Antiguo Egipto, como el revestimiento con pan de oro, el trabajo en resina o el tallado de madera, con las tecnologías de hoy», explicó Wolfang Wettengel, director científico de esta muestra de la empresa alemana SC Exhibition que ya sido vista por más de seis millones y medio de personas en todo el mundo. «Carter fue un arqueólogo muy minucioso y Harry Burton hizo muchas fotos, así que eso nos ha ayudado mucho», añadió sobre la creación de esta experiencia, en su opinión, única.
«Si uno viaja a Egipto se encuentra con una tumba vacía: solo queda el sarcófago, el ataúd exterior, la momia y las pinturas murales. El resto está dispersado en vitrinas del Museo de El Cairo. Por supuesto, está la magia del objeto en sí. Pero esta exposición lo que hace es recrear la magia en su conjunto, reagrupando todos los objetos en la situación en que Carter los encontró en su día. Y algunos se presentan de manera pormenorizada», aseguró Wettengel. «Nunca se ha pretendido competir con los originales, lo que se busca es complementarlos reubicándolos en su contexto original. De hecho, después de ver esta exposición mucha gente se anima a viajar a Egipto. Tutankamón es su mejor embajador», remató el egiptólogo.
De este modo, la muestra comienza con una reproducción de la Piedra Rosetta,
llave del conocimiento del Antiguo Egipto, y una breve introducción sobre la dinastía del joven faraón, que apenas ocupó el trono entre los nueve y los 19 años. «Tutankamón no dejó una gran impronta en la historia porque reinó poco tiempo y siendo demasiado joven. Pero el descubrimiento de su tumba, la única que se encontró casi intacta hasta entonces, la cantidad de objetos que albergaba, cerca de 6.000 y todos bien conservados, muchos de oro, cubiertos de oro o adornados con cornalina, lapislázuli o turquesa, ha creado esta leyenda. Porque no fue el faraón más importante, ni muchísimo menos, a nivel histórico de Egipto. Pero sí el más conocido para todo el mundo», cuenta Esther Pons, egiptóloga y asesora de la exposición en España, sobre su paradójica fama actual.
Justo después, un vídeo repasa la vida de Carter: desde sus magníficas dotes para el dibujo, que con solo 17 años le llevaron a Egipto para copiar las representaciones pictóricas y los relieves de las paredes que otros arqueólogos encontraron; a su encuentro con Lord Carnarvon, mecenas que durante años financió sus excavaciones en el Valle de los Reyes hasta que finalmente dio con la tumba Tutankamón, protagonista de la siguiente sala.
La tenue luz trata de recrear el avance de la mencionada vela por las tres cámaras que conforman la estancia real: apenas 100 metros cuadrados divididos entre la antesala, la cámara funeraria y la cámara del tesoro y cargados con todo lo necesario para la vida en el más allá. Esto incluye multitud de objetos funerarios, pero también camas, sillas o juegos de mesa, dispuestos todos como fueron encontrados: apilados unos encima de otros para aprovechar cada rincón. «Esta tumba no era para Tutankamón porque era muy pequeña. Pero como murió antes de tiempo lo tuvieron que enterrar aquí. Solo tiene representaciones pictóricas la cámara funeraria. En el resto de las habitaciones no debió dar tiempo a hacerlo», explicó Pons. «Para introducir tal cantidad de objetos tuvieron que meter muchos desmontados y montarlos dentro. De hecho, Carter tuvo que desmontarlos y se volvieron a montar en el Museo del Cairo porque no cabían por el pasillo. Tardaron 10 años en sacar todas las piezas», añadió.
En la segunda parte de la exposición, todos estos objetos son expuestos de manera individual para mostrar todo su esplendor. Las piezas centrales son las cuatro gigantescas capillas doradas que, unas dentro de otras, albergaban el sarcófago de granito rosa de Tutankamón. Dentro de él se encontraron los tres ataúdes del faraón: el primero de madera y cubierto de oro, el segundo similar pero decorado con piedras preciosas y el tercero de oro puro y unos 110 kilos de peso. En su interior estaba la momia, la famosa máscara y todos los amuletos y las joyas que portaba, cuyas réplicas se pueden observar en estas salas.
A continuación, los secretos de la cámara del tesoro aparecen desplegados: el templete canópico que albergaba las vísceras de Tutankamón, los pequeños féretros de sus dos hijas o un sinfín de figuras de los dioses que los protegían y facilitaban el tránsito a la otra vida. Maquetas de barcos funerarios, carros de paseo, cofres o el trono del faraón completan la exposición, cuyo recorrido se extiende aproximadamente hora y media acompañado de una audioguía. «Todos los jeroglíficos y los relieves son auténticos y podrían ser leídos por los egiptólogos», apuntó Wettengel sobre la sólida base científica detrás de su trabajo.
El descubrimiento de la tumba de Tutankamón marcó un antes y un después tanto a nivel histórico como arqueológico, pues ofreció un amplísimo conocimiento sobre los ritos funerarios del Antiguo Egipto y sirvió como excusa para iniciar muchas otras excavaciones. «Llamó tanto la atención que abrió aún más las puertas a misiones extranjeras y egipcias con la idea de que se iban a seguir encontrando restos. Fue la primera tumba de un rey que se encontraba prácticamente intacta y con todo el ajuar. Habían entrado en dos ocasiones los ladrones en su época, pero parece que no robaron demasiado», señaló Pons sobre esta tumba subterránea, que, a diferencia de las grandes pirámides de épocas anteriores, se excavó bajo tierra precisamente para dificultar el acceso a los saqueadores.
Para terminar, una anécdota en suelo patrio. El interés suscitado por la tumba de Tutankamón llevó a Carter a viajar por toda Europa hablando de su descubrimiento. A petición del Duque de Alba, visitó Madrid en dos ocasiones: en 1924 y en 1928. «Ofreció varias conferencias, primero en la Residencia de estudiantes y después en un teatro dado el éxito que tuvo. Dejó aquí documentación de fotografías y vídeo. Pero parte de esa historia se perdió en la guerra», concluyó Pons.